Principio

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Principio

Nunca he tenido mucho contacto con mis pares. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos hablamos. Ni siquiera recuerdo si alguna vez lo hicimos en realidad o solo fue una forma de apaciguar esta soledad silenciosa. Por mi parte, siempre me sentí un poco fuera de lugar, mi aspecto demacrado siempre contrastó con las formas de mis otros hermanos. Mis largas y delgadas extremidades no se podían comparar con sus robustos cuerpos. Y ellos, silenciosos, observaban altaneramente desde sus alejadas posiciones. No pronunciaban ningún sonido, solo miraban mis infructuosos intentos de parecerme a ellos, mientras el viento jugueteaba con sus frondosas cabelleras.
El hecho de no tener un sentido de pertenencia y de sentirme aislado, tanto de forma como de fondo, habían sido mis únicas dos certezas en la vida, o lo eran, hasta el día en que apareció ella.
Es difícil querer explicar lo que su llegada hizo nacer en mí. Nunca destaqué en externalizar lo que pienso y lo que siento. La verdad, nunca antes me vi en la necesidad de hacerlo.
Yo la veía desde lejos, pero poco me importaba mirarla a la distancia. No me importaba que sus visitas y paseos no me incluyeran. El solo hecho de sentirla viva, ahora, me bastaba para que mis días fueran más cortos y mis silencios más soportables. Algo nuevo y extraño se estaba germinando dentro de mí y me estaba transformando sin que me hubiese percatado.
El cambio fue de a poco. Fue un cambio constante que avanzaba sin poder detenerlo, sin que quisiera detenerlo.
Partí, primero, pintándome. Poco a poco. Verde. Los dedos, trémulos, vergonzosos. Una vez que empecé, todo se desarrolló de una manera vertiginosa e intensa. Al verde lo maticé con rojo, un rojo intenso, sexual. Lo imaginé jugoso y deseable. Que se pudiera tomar, tocar, que se pudiera jugar con él. Masticarlo, morderlo, que fuera uno con todos esos sentimientos que existían ahí solo por ella.
No sé muy bien cuando todo sucedió y la acción paso a trasformarse en historia. No tengo el recuerdo de cuando ella por fin dejó los límites del bosque y se acerco a mí y me vio. Con mis brazos verdes intentaba tocarla, que pudiera sentirme. Quería que me viera abrirme rojo al mundo por ella, cálido. Que sintiera en parte el fuego que me abrasaba al verla.
No recuerdo tampoco como pude armarme del valor. Solo sé que con un supremo esfuerzo rompí las llagas que me dejaron tantos años de silencios. Dentro de mí algo irrumpió, y una forma nueva de amarla nació, bella, audible.


¡EVA!- le dije.

Y Eva respondió.




enredado - enredadera


1 Coments:

Anónimo dijo...

Este texto es muy placentero de leer.-

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