Niños

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Entonces:
a) Dos niños jugando a la pelota en una cancha b) Dos niños jugando a la pelota en el campo c) Dos niños jugando a la pelota en un pasaje d) Dos niños jugando a la pelota en la Alameda con Ahumada.
El balón son bolsas unidas y entramadas que impacta profundo en sus lados/costados ellos gritan y patean felices el efecto y la pelota que no es pelota sino bolsas no se achica ante el grito va y esquiva:
Autos-ruedas-transeúntes-árboles-una junta de vecinos-ciclistas-viejas amargadas-vacas- vendedores ambulantes-una planta de ruda-la niña que le gusta a uno de ellos-una pareja de carabineros con su perro-un taxi-a alguien leyendo un poema de Girondo-al hotel San Francisco Plaza-al reloj digital del almacenero.
Pero no logra esquivar las lagrimógenas ni las manifestaciones que duran lo que una cerveza dura helada como la conciencia del carabinero que se forma todos los Lunes en la esquina interrumpiendo el juego y aunque quisieran, no se atreven a lanzar la pelota al ciclista que pasa a las 18:40 temen que rompa la pelota o que se enrede en las ruedas del taxi que espera puntual a la niña que sale de la galería Santiago Centro los Viernes en la noche que trabaja en el topless y la deja cerca del quiosco, cerca de la cancha del club deportivo “El Rayo”, por Independencia, cerca del colegio especial que está en Olivo, del club de rayuela “La Unión” que tiene el portón perfecto para ocuparlo de arco y donde las bolsas rebotan y están a milímetros de los viejos chichas que toman su caña en calle Galvarino con Orompello Monte Cea, ocupando las matas de nalcas como otro improvisado arco, el alambre púas delimita el área de penal y ellos rematan sin importarles nada, sin importar el tráfico ni los vendedores de pasta ni los caballos pastando a lo lejos, solo se dejan llevar por el balón hasta que escuchan la voz de su madre que deja de gritar los calcetines de tres por mil y les dice:
a uno: que baje al metro, que compre almuerzo y al otro: que se ponga a estudiar o le va a sacar la chucha.

4' 33"

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Hacer el nudo en la corbata
es lo más parecido a tener
un escape en la mañana.
Porque no me atrevo no
a olvidar tu alada-flamígera existencia,
dejar sentir el paso de las horas
entre la fluoxetina y la cama.
Aún no me atrevo
a dejar sólo correr gas en la cocina.
Una vez practiqué
aguantar la respiración por cuatro minutos treinta y tres segundos,
y no pude superar a J.Cage, hice ruido
en la segunda carótida/en la aorta proximal/en la arteria sacra media/en el viaje al trabajo
las pastillas para ser feliz se apagan,
durante el día dan paso
a un lugar lleno de extraños.
Al final
son los ácaros en el aire
mi última contribución al mundo.
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EL PLACER ATEMPORAL DE LAS COSAS PODRÍA SER UN ORNAMENTO.

Casi comparable a sentir lluvia
cuando llueve y el sol cuando hay sol.
O el romper la hoja en blanco.
O el amor con una mujer tenue
que ríe y te ilumina dentro.
O el olor a pasto jugando con tu hijo.
El sudor alegre de su frente 
y su beso lejano, el recuerdo
de marmóreos transatlánticos
que te separan del verso exacto
que juraste escribirle a él,
a su madre, a ti de esos años,
a esa mujer triste de lentes
que dijo, de manera trivial
levantando la tostada:
El olor a café trae infancia,
adolescencia y adultez,
todo al mismo tiempo.
Pero pensaste escribir sobre una roca,
la abstracción misma del poema:
La palabra inexistente en realidad existe.
Pasar del grano a la obsidiana,
de la obsidiana al bisturí,
del bisturí al corte preciso,
transversal en la piedra y el color
a la tierra abierta que la engendra,
en unos mineros que comparan
el arrebol con una fragua
y la luz de los cascos
con el resplandor de cantina
oculto tras los vasos.

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