Instrucciones para reparar un corazón roto.


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Ante todo, nunca olvidar que el corazón estuvo, está y estará roto, y que, por mucho que se intente parchar y pegar, el órgano en cuestión nunca recuperará la condición anterior.

Luego, a modo de ejercicio, poner visceralmente en perspectiva todos los hechos que ocasionaron el rompimiento del corazón. Las frases memorables, los lugares que dejaron de ser de tránsito y pasaron a tener una significancia especial. Borrar, si se puede, la idea romántica de los bancos de plazas y alejarse durante el proceso, de los parques y otras figuras que podrían resultar dolorosas y/o melancólicas.

Dejar a razón de tres semanas por hoja, la escritura de cartas que nunca tendrán un destinatario final y repetir mentalmente durante los trayectos casa-trabajo-casa el estribillo de algún comercial de dentífrico. Se recomienda navegar en la televisión por lo menos un par de horas buscando algún programa de farándula. Retomar pausadamente las conversaciones sobre literatura y cine.

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Al poeta.

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Ve hermano,
ve,
esta ahí.

Ámala, vive en ella,
disfrútala.
Pero nunca la hagas tuya.
Puede ser del aire/de agua y fuego
puede ser una con la tierra,
pero nunca tuya.

Comparte un orgasmo,
prepara las mortajas de unas pequeñas muertes,
penétrala y bésala.
Desata tempestades, abrázala en la calma.
Sé perverso, haz que olvide al mundo,
a su mundo,
que ría contigo.

Hermano, esta ahí, mírala,
que sea tu ama,
Aguanta el dolor, mézclalo, entrégalo.
Golpea suave y duro,
que escriba con sus uñas en tu espalda.



Y recuerda, que cuando estás con ella
pasas a ser un río que bebe con su cuerpo,
pasas a ser un faro,
la semántica de un poema.

Hermano, recuerda,
que al estar con ella,
pasas a estar vivo.
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Arrebol

Mirar
atardeceres gigantes y absolutos
por televisores tremendos,
delgados, caros.
Que son como parte nuestra,
se entrega lo mejor de la casa
el mejor rincón,
y el living
y la pieza
y la vida.
Hay fatiga de apagar/

porque/ el arrebol de un sol/ 
(en HD)
no acaba de transmitir en la retina.

Sin Título (2)

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La poesía nuevamente está perdida en ti
y yo la busco.
Parafraseando a Dalton, a Whitman,
a Benedetti incluso.
Y no me ayuda saber de memoria el canto II
y recordar a Cortázar
mientras subo/bajo escaleras .
A lo mejor está/estás en el collar de perlas antiguo
de la señora que recorre lenta la avenida Pedro Montt,
en el basurero donde tiré esa nota que pensaba dejarte en la almohada,
o en todos los versos que ido borrando mientras te busco/escribo/veo el tiempo
que llevo olvidándome entre tu galaxia de lunares.
Y sí, es verdad,
lo que sobran son poetas y lo que falta es poesía,
o lo que falta en realidad es naufragar sin sentido entre unas piernas,
morir, morirse pequeñas veces,
ahogarse las ganas en un sudor ajeno.
Y busco/busco/busco,
te juro que busco,
llevo ya muchas tardes buscando
entre piezas oscuras, humo de cigarros mal apagados,
unas tazas de café inextinguibles.
Y entonces, al final,
dejaré este poema un día cualquiera por debajo de tu puerta,
imaginando desde ya tu cara de sorpresa al abrir
y leerlo bajo el umbral
sin saber muy bien de que se trata todo esto.
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Hoy viajando, vi a una chiquilla igual a ti.
Es decir, más voluptuosa, pecosa, con pelo claro en vez del tuyo negro.
Menos linda.
Sin ese brillo espacial en los ojos cuando piensas algo divertido.
Me imagino que a la hora del orgasmo no reirá ni abrazará sudada.
Pero en todo lo demás, era igualita a ti.
Fue el último rayo de sol
pero el primero
que vi yo, hoy
y pensé
que quizás tú también lo hayas visto
pero desde la perspectiva
diametralmente opuesta
que te da esa otra almohada.
A veces
encontrar poesía
en cualquier parte
sería cómo
(a lo mejor)
despertar con un beso tuyo
despertando en mis besos
o como viajar
(sustantivamente)
entre tus muslos
y tus vellos.
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