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Ante todo, nunca olvidar que el
corazón estuvo, está y estará roto, y que, por mucho que se intente parchar y
pegar, el órgano en cuestión nunca recuperará la condición anterior.
Luego, a modo de ejercicio, poner
visceralmente en perspectiva todos los hechos que ocasionaron el rompimiento
del corazón. Las frases memorables, los lugares que dejaron de ser de tránsito
y pasaron a tener una significancia especial. Borrar, si se puede, la idea
romántica de los bancos de plazas y alejarse durante el proceso, de los parques
y otras figuras que podrían resultar dolorosas y/o melancólicas.
Dejar a razón de tres semanas por
hoja, la escritura de cartas que nunca tendrán un destinatario final y repetir
mentalmente durante los trayectos casa-trabajo-casa el estribillo de algún
comercial de dentífrico. Se recomienda navegar en la televisión por lo menos un
par de horas buscando algún programa de farándula. Retomar pausadamente las
conversaciones sobre literatura y cine.
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