No hay porque permitir

No hay porque permitir el ensayo de la subyugación
¡Válgame Dios esa afrenta!
querer hacernos creer
de que aun está entre nosotros.
Observándonos,
midiéndonos,
con un traje prestado por su padre.
Con el cual nos descuelga,
sin suelo ni cielo.
Esa tontería absurda
de hacernos sentir únicos y a la vez inferiores.

¡Como reirá Satán!
Acompañado de Miguel y Rafael
y algunos más de esa tropa de zánganos,
cada vez que blasferámos
o elevamos nuestras preces,
mientras ellos juegan golf en su paraíso prestado.
¡Un hoyo en uno al lado del manzano!
Y nosotros dale que dale con nuestra amniótica rutina
de persignarnos ante una cruz,
aunque sea esta de marfil o de madera.

¡No hay por que permitir esta subyugación!
Levantemos los ojos y orinémosles los templos,
mandémoslos a la cresta y sigamos con lo nuestro.
Reír, cantar, beber y tener sexo
¡Hay que preservar la especie!
(pero no tiene porque ser de una manera aburrida).

Yo he tomado mi decisión
de seguir paso a paso al rebaño.
Y esperar al buen pastor que me ira a buscar seguramente,
mientras bailo borracho con algunas de aquellas bailarinas
de café,
de topless,
o de donde me lleve mi condenado estado etílico.

Esperaré pacientemente y con una resaca atroz
a que se me presente como el hijo pródigo.
Aquel que salio y regreso
a usufructuar de los bienes,
presentes y pasajeros.

Amén.
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