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El olor a sake es inconfundible
y se mezcla con el del microbús
igual, al fin es una analogía,
como si de Dios o Buda se tratara.
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El olor a sake es inconfundible
y se mezcla con el del microbús
igual, al fin es una analogía,
como si de Dios o Buda se tratara.
Hay una imagen en el que vende dulces
en el discurso aprendido por la fuerza:
Algo bello y perdido en la palabra.
Los trayectos son la rueda y el viaje
es la consecuencia, algo anecdótico,
cómo el sonido de un obturador.
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