Vaquero.

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- Salgo, corro y disparo. La mamá de Cristian lo llama a comer. Da lo mismo, el chico nunca ha sido bueno para jugar a los vaqueros. Siempre termina muerto y se queja el muy niñita. Sigo corriendo, disparo al Alfredo que se esconde detrás del poste, a mi prima Antonia, al Marco, al Ismael, el hermano del Marco. El Ismael fue el más fácil de reconocer porque anda con su traje de la primera comunión y se le nota a la legua. Arranco del Juan, me tiro al suelo, me echo tierra encima como los soldados de las películas, esos con camuflaje. Me levanto rápido y enfilo hacia la cancha, así, bien agachado, para que no me pillen. Reviso mi arsenal y mi botín. Tengo la pistola de palo del Cristian y la mía a fogueo, las bolitas del niño de la otra cuadra, un par de fichas de los Diana del centro y unas tapas de yogurt que si uno envía por correo se puede ganar una bicicleta Caloi. Esas con los cambios al medio, esas con una palanquita que subes o bajas si quieres ir más rápido o quieres más potencia, como para ir soplado y volar por arriba de los asientos de la plaza. Una vez vi una en el programa del canal 7 y son rojas y altas y pueden hacer acrobacias los que andan en ellas. Yo quiero ganarme una, así que guardo todo en los bolsillos, pero las tapas me las meto dentro de los calzoncillos para que no las encuentren por si me pillan. Mi hermano me enseño ese truco. Cuando la mamá lo revisa por si anda con cigarros, él se los esconde encima del pirulín y nunca lo han pillado. Escucho que el Mauricio anda buscándome y me quedo callado, desde que jugamos al Sol y le pegue la mensa ni que patada que anda con pica conmigo, además, la cancha está casi sola y si me encuentra capaz que me pegue un mangazo. A lo mejor, si le regalo mi pato de hule, ese amarillo que le gusta, junto con mi buzo que nada solito nos pongamos en la buena. Si el Mauro igual es buena onda. Antes me regalaba pastillas pololos y tomábamos leche con Nesquick de frutilla. El Mauricio es mi amigo, pero si quiero ser el campeón de la cuadra tengo que quedarme callado y esperar. Cuando se va, ya se está haciendo de tarde y debo ser el último hombre en pie. Si alcanzo a sacar la bandera con el arcoíris que tienen como tesoro en el patio del Juan seré el ganador, el mejor vaquero. El mejor. Salgo de mi escondite y veo que hay un montón de gente que corre hacia los pasajes por la cancha, me meto entre medio, los chiquillos nunca me van a encontrar. La gente se grita. Se busca. Yo paso por el medio y continúo mirando hacia atrás, por si el Mauro todavía está buscándome. No lo veo. Avanzo, me escabullo, salgo del mar de personas que corre, escucho ruidos de autos, veo luces, hay carabineros y perros. Ahora me gritan a mí, me ladran, que suelte el arma, que me detenga. Pero yo soy un vaquero, de esos que salen, corren y disparan y estoy tan cerca de ganar. Oigo un trueno. Me caigo, se me acercan. Hay niebla, me intento parar pero no puedo, me duele, me toco, ya no veo, sólo siento. Escucho a lo lejos a mi mamá, le digo que gané, que nadie me encontró, que estoy aquí, que me busque, que estoy mojado, que tirito, que me guarde las tapitas. Le grito. 



No me encuentra.
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