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Llevo once (doce) cigarros
y cuatro sakes
y sigo escribiendo
alcoholizado
fumado
total
a
hora
deberé
bajarme de la mesa.
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Llevo once (doce) cigarros
y cuatro sakes
y sigo escribiendo
alcoholizado
fumado
total
a
hora
deberé
bajarme de la mesa.
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Eres malvada, pero no lo sabes,
te apareces todas las noches
en mi pieza oscura,
y no es el cenicero una lámpara,
y no son mis cigarros relojes,
aun así me sirven, te espantan,
cuando escondida me soplas la oreja,
y yo no me concentro,
es una novela por la cresta,
una novela lo que quiero escribir,
no son tus ojos,
deja de mirarme en todos los ojos,
deja de besarme por las noches.
Estoy aburrido de despertar con tu sabor en mi saliva.
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Te cuento, se quejó el basurero,
de que tanto y tanto, boto y boto,
hoy me reclamaron las cucarachas de la cocina,
que son las tres y yo aún aquí pensando,
la lámpara se niega a apagarse,
la cama se vota en huelga,
me pregunta por tu olor y por tu aliento,
la almohada te extraña, eso me encargo decirte,
mis sillas no tienen quien se suba sobre ellas.
Eso no más tenía que contarte.
Baquedano. El cierre de puertas me despabila, dejo de mirar lo que pasa afuera. Advierto que ella está frente a mí.
La miro, fríamente, como pensé durante años. Sus ojos grandes y llenos de súplica no se despegan de los míos.
Piden silenciosamente una respuesta.
La mirada de hielo surte efecto, bajo la vista un instante, sintiéndome el peor de los hombres.
Otra Estación.
Miro nuevamente para decir que la perdono, que todo está bien, que la quiero. Que siempre la quise.
Pero son unos lentes, los mismos de quien subió tras mío, los que reflejan mi cara terriblemente pálida.
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